Lo último que escuché fue un alarido. El sujeto había caído del auto a una velocidad tan alta que el ruido aparatoso fue, sin dudas su propio estentor. No creo que tuviera tiempo para pensar en algo más durante esos segundos. Felizmente logré arrebatárselo, pero el forcejeo me dejó cansado, asustado, incrédulo con mi propia reacción. Luego, observé la carretera disolviendo el panorama, como un escena final de cine. En realidad lo fue.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario