
Siempre me perturbó la atmósfera lúgubre, los pisos fríos, los pasadizos interminables, el temor y la incertidumbre. Miro sus fotografías y me imagino a todos nuestros miedos y paranoias rondando su cabeza. Me enternece la escena sexual de K. con Frieda en El Castillo porque no existe tal escena. Lo sexual es sugerido, es obviado. Se reduce a un ridículo en el cual K. termina siendo cómplice de su creador. Dos asistentes entrometidos, presentes también en un cuento hermoso, no sabe quién es cuál, pero tampoco interesa. La repetición es sinónimo de su obra: repite personajes, repite escenas, repite sensaciones. El infinito y absurdo como protagonistas principales de su bibliografía completa. También la soledad y la lucha de lo individual contra un colectivo puesto en escena para contradecirte, para dañarte ahí donde más duele, recordándote tus inseguridades cuando lees un libro. Por eso siempre te estaré agradecido.